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Sed como niños


Voy a soplar un poco las telarañas que tiene este rincón de la página web que con tanto cariño y trabajo actualiza y mantiene mi queridísimo primo Andrés para escribir unas breves páginas sobre unas de las láminas que he pintado.


Desde que tengo uso de razón me reconozco en la Real Hermandad de la Amargura de Constantina, el pueblo de mi familia, ubicado en el corazón de la Sierra Norte de Sevilla. El lugar no puede ser más bonito: montes, encinas, alcornoques, olivares, jazmines, buganvillas, casas blancas, calles recoletas, crema de guinda, anisados. Podría enumerar muchos de los elementos que componen y condicionan al constantinense, aunque sea adoptivo como yo, pero hoy quiero resaltar a mi Hermandad. Todo el que me conoce sabe que soy muy pesada y lo primero que suelo dar a conocer es a Nuestra Señora de la Amargura. No iba a ser menos en esta ocasión.

En noviembre preparé con mucho entusiasmo una de los dibujos que más trabajo me ha llevado por ser la ilustración de una imagen que conozco muy bien y que la persona destinataria de ella conoce mejor. Nuestra Señora de la Amargura nos ha acompañado desde que nacimos así que era una responsabilidad reflejar en el papel todos los detalles de nuestra Madre. Elegí representarla con el manto de salida que bordó Eloísa Ribera a finales del siglo XIX, la saya de tisú de oro que salió de las manos de los hermanos que componen el taller de bordados de la Hermandad y las joyas más características de la Virgen. Puedo decir que perdí alguna dioptría tratando de buscar el detalle en cada trazo del traje que con tanto gustó diseñó Carlos Rodríguez Sánchez.


La ilustración, con muchas horas de dibujo, salió adelante y llegó justo a tiempo para felicitar a Andrés en su santo el pasado 30 de noviembre. Me costó mucho no ir enseñándole el proceso de creación, pues lo hago con todas las láminas, pero merecía la pena darle la sorpresa. Creo que le gustó pues le faltó tiempo para encargarme otra para regalar a una buena amiga de él.


La segunda Amargura me salió sola. Parece que la Virgen me echó una mano. Quizá fue porque me hizo recordar la inspiración de mis dibujos: la inocencia de los niños y las palabras de Nuestro Señor, en Mateo 18, 3. Es necesario tener la inocencia y el corazón de los más pequeños para entrar en el Corazón más grande: el de Jesús. Quien iba a recibir esta segunda Virgen de la Amargura bien conoce a los niños. Dios ha conducido su vida y la ha dirigido a ellos y por eso se prepara para enseñar a estas criaturillas. Además, Silvia fue monitora del Grupo Infantil «Los Guindillas», el ramillete de niños pequeños de la Hermandad. ¡No podía estar más emocionada con mis lápices mientras le daba color a la Virgen.


La segunda ilustración de nuestra Madre lleva el mismo manto y saya que la anterior porque me enteré de que a Silvia le gusta mucho así vestida. Le puse el broche de la Orden de la Merced que ella le regaló hace unos años y la Cruz de nácar que los Guindillas le obsequiaron en 2014 a la Virgen. Elegí el mismo rostrillo que llevó durante la imposición de esa joya. En una y otra lámina, la Virgen porta en sus manos la rosa de pasión que le ofrecimos cuando Andrés, Silvia y yo formamos parte de los Jóvenes Cofrades.

Podéis imaginar la ilusión con la que preparé ambos trabajos. Nuestra Señora de la Amargura es el faro de mi vida y la imagen de la Santísima Virgen que más me reconforta. Todos tenemos muchas fotos de nuestra madre de la tierra pero siempre hay una que nos gusta más. Eso es lo que me pasa a mí con esta talla salida de las manos de don Luis Álvarez Duarte cuando tenía 12 o 13 años.

Que Nuestra Señora, Reina y Madre de nuestra vida, nos bendiga siempre.

Gracias por leer.




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